domingo, 10 de agosto de 2014

Una piedra en el camino



Como os comentaba en la entrada anterior, estoy empezando a entrenar con mucha energía para ponerme en forma lo antes posible y poder competir, pero una vez más me he vuelto a encontrar con una piedra en el camino. 

Hace una semana, iba caminando por la calle hacia un centro comercial.  Salí de casa paseando tranquilamente, horas antes había salido a correr, pero me sentía con mucha energía. A medida que iba caminando comencé a sentirme más y más cansado, al cabo de un rato, mi cuerpo parecía exhausto. “Tomaré algo de comer cuando llegue al centro comercial”, pensé. Pero llegó un punto en el que estaba demasiado alejado de casa como para volver y muy lejos aún del lugar al que quería llegar. Padecía una sensación muy extraña, como si el lugar al que tenía que llegar estuviese cada vez más lejos. Comencé a ponerme muy nervioso y, de repente, me di cuenta de que mi corazón latía muy rápido, mi brazos temblaban y estaba completamente mareado y sin reflejos. Intenté correr en dirección hacia algún bar para tomar algo que me ayudase a recuperarme, pero no iba a llegar, no podía más, me iba a caer al suelo. Por suerte, vi a dos chicos que estaban trabajando en un taller, me acerqué y sujetándome a la puerta comencé a pedir ayuda. El primero de ellos se me acercó y se le puso cara de pánico al ver la palidez de mi rostro. Fue corriendo a traerme algo de agua mientras su compañero venía a ver qué me pasaba. Me puse en cuclillas, estaba a punto de perder el conocimiento. Por suerte, el otro volvió rápidamente, me dio el agua y conseguí recuperarme hasta que pude coger un taxi y volver a casa.

Había sido un ataque de pánico. No era la primera vez que padecía uno. El primero fue en el trabajo, hace 6 meses, pero desde que lo dejé (por recomendación del médico) no había vuelto a tener ninguno de esa intensidad y jamás me había ocurrido estando solo y en la calle.
Esta semana ha sido una pesadilla. Evidentemente no he podido salir a correr. Me daba dolor de cabeza solo de pensar que tendría que salir a la calle. Me daba miedo salir, coger el autobús, cualquier cosa. Parecía que estaba perdiendo el control, todo se tornó paranoico, estaba aterrado ante la posibilidad de quedarme solo y sufrir otro ataque. 

Durante la semana he ido enfrentándome a este miedo poco a poco, hasta percibir cierta mejoría. Hoy, al fin, he podido visitar al médico y me ha puesto una medicación. Ahora solo queda ver cómo voy a reaccionar con ella y de qué modo me va a afectar como corredor. Tengo miedo de que me deje excesivamente relajado o, incluso, adormilado. De todos modos, sea como sea, me tengo que recuperar lo antes posible para seguir con los objetivos que me había propuesto y que aún no os he contado.

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