miércoles, 6 de abril de 2011

Media Maratón de Madrid 2011

     Iba a ser la segunda media maratón que hago en mi vida, y curiosamente la segunda  en menos de un mes. Además de la prueba atlética de más prestigio y con mayor número de participantes en la que había participado. Por si fuera poco batió su propio record de asistencia con casi 15.000 corredores. Me propuse darlo todo y superar los 1:51:00 de la anterior. Era el gran día. Anuncié en Facebook que pretendía bajar del 1:50:00 y el día antes fui narrando todo lo que hacía, desde ir a la recogida de dorsal, como las comidas que tomaba y a qué hora. Todo estaba preparado, nada podía salir mal. Llevaba mucho tiempo esperando este momento. Por un lado, no me sentía muy fresco dado el reciente esfuerzo de la última carrera, por otro lado, había intentado equilibrar suficiente entrenamiento con suficiente descanso. Me levanté muy temprano, sobre las 7 de la mañana, bebí un café y empecé a calentar en casa durante una media hora. Para desayunar: frutos secos y  yogur griego con miel. No dormí tanto como me hubiese gustado pero me encontraba bien,  fuerte. Una vez allí me impresionó la cantidad de corredores. Curiosamente estábamos en el mismo lugar en el que corrí mi primera carrera. Nos pusimos en la fila de salida. Los primeros atletas comenzaban a salir; tardamos unos siete minutos hasta que pudimos cruzar la línea de salida, había demasiada gente, era difícil tanto el correr como el adelantar. Al comienzo llevaba un buen ritmo, me mantuve así durante la mitad de la carrera, conocía ese tramo, había entrenado muchas veces allí. Al llegar al km. 11 pensé que tenía que acelerar para poder llegar en el tiempo estipulado. Aumenté el ritmo, iba bien, estuve así unos dos ó tres kms, después, tras una subida tuve que frenarme un poco. Empezaba a sentirme cansado. Pero en cuanto recuperé algo más de fuerzas, decidí volver a intensificar el ritmo. No podía fallar. Así me mantuve hasta que llegué al km. 17. Era la recta final. La hora de la verdad. Todo estaba siendo perfecto. El momento culminante, la hora de saber si lo conseguiría. Todavía me encontraba fuerte, era capaz de correr deprisa, mi cuerpo me estaban respondiendo especialmente bien. Miré mi reloj y vi que si mantenía una media de 5 minutos por kilómetro podría conseguirlo. Estaba corriendo en llano, era una recta muy larga que me permitía ir bastante rápido. Todo iba a mi favor. Tras la recta venía una cuesta hacia abajo bastante larga, aparentaba ser tan fácil. De todos modos, no quise confiarme porque sabía que al final me iba a encontrar una subida, aun sin saber cómo era, me dijeron que sería muy dura. Mientras tanto, no paraba de ir mirando mi reloj e ir haciendo cálculos. Tras haber ido a toda velocidad llegó la cuesta. Las cuestas son algo que causa mucho temor a la mayoría de corredores, a mí en cambio, me gustan, me hacen sentir seguro, cuando hay una cuesta me gusta incrementar el ritmo y ver cómo adelanto a los demás. Me hace sentir fuerte. Y allí estaba mi cuesta, era la hora de empezarla, pero esta empezaba después de 19 kms. Comencé a subir y de repente sentí que me faltaban las fuerzas, apenas podía seguir corriendo, era algo que no había experimentado aún, por momentos me sentía mareado y veía como era yo al que adelantaban, la cabeza me daba vueltas y oía vagamente los gritos de ánimo de la gente. De forma casi inconsciente mi cuerpo continuaba cuesta arriba, mi cabeza decía: “no puedo más, para”, pero mi cuerpo, sobre todo mis piernas seguían y seguían como por inercia, estaba llegando al final de la cuesta y de repente empecé a pensar que no iba a poder seguir, a tan sólo 2 kilómetros de la meta pensé que el desmayo era algo inevitable, pensé que lo más prudente era dejar de correr, pensé que quién me había mandado a mí meterme en esto, pensé en abandonar o seguir andando. Pero al mismo tiempo me acordaba de toda la gente que me daba ánimo, tanto de mis amigos a través de Facebook, como de la gente que sale a la calle a apoyarte. Todo pasaba por mi cabeza en cuestión de segundos.  Por momentos intentaba asumir el fracaso de no poder acabar o de acabar en un tiempo por encima del esperado. Pero si algo me caracteriza como persona es mi capacidad de conseguir las cosas que me propongo, así que seguí como puede, me quité la cinta elástica del pulsómetro del cuerpo, todo me sobraba, no me importaban mis pulsaciones, me la lié en la mano y la apreté fuertemente con el puño. Continué como pude hasta el final de la cuesta y una vez en llano seguí sin parar hasta que experimenté una pequeña recuperación. Ya estaba dentro del parque del Retiro, punto de salida y llegada, "sólo 2 kilómetros más” me decía a mí mismo. Cada metro era infinito, cada paso parecía el último que iba a ser capaz de dar, pero después venía otro y otro y después uno más. Así continuaba sin parar por los dos infinitos últimos kilómetros. Miraba al reloj una y otra vez, cada vez había más gente animando, y yo cada vez veía más cerca la posibilidad de acabar aunque por momentos pensaba que iba a caer al suelo. Llegó una pequeña bajada y fui capaz de acelerar un poco más, la meta parecía no existir. Pero finalmente, tras acabar una parte en curva, llegué a una recta al final de la cual podía intuir que estaba la meta. Vi como se llevaban a un señor en camilla,  algo realmente duro. Era una recta estrecha complemente llena de gente a los lados, gritando, insuflándote esa fuerza que tú ya no eres capaz de encontrar por ti mismo. Miré al fondo, miré a mi reloj y marcaba 1h 48 min y algunos segundos, no sabía si iba a llegar antes del 1:50:00, no podía más pero mis piernas no paraban, ese día parecían estar hechas de un material especial. Esprinté todo lo que pude. La meta cada vez más cercana, los gritos de la gente ensordecedores. De repente, una vez más levanté la cabeza, miré mi reloj de muñeca, miré al frente, miré el reloj de la carrera, cerré los puños lo más fuerte que pude en señal de victoria, levanté las manos, crucé la línea de meta y vi que había llegado en 1:49:21, no me lo podía creer; lo había conseguido. Estaba muy mareado pese a haber parado, pensé que me iba a dar una lipotimia. Me comí un plátano, bebí un poco y me fui recuperando lentamente, estaba destrozado pero  acabé la carrera, lo hice en el tiempo que me había planteado y la que iba a ser mi mejor carrera lo acabó siento.

2 comentarios:

  1. En esos momentos de dureza cuando piensas que no puedes más es donde se ve quien puede superarse. Todo un ejemplo para los demas runners. Tiene más mérito lo que hiciste tú que lo que hizo el que ganó la carrera.

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  2. Expectacular... no lo había leído... Con un par. Yo sigo entrenando 1 ó 2 veces por semana, bueno más que entrenar, manteniéndome. Llegué en Agosto a 14km, pero no lo he vuelto repetir, y mas o menos trabajo a ritmo de 6min-km, 10-11km en 1h. Sigue así, quizá algún día corramos una media o entera. Un abrazo.

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